Matemáticas puras
Produzco una película a un director novel con un coste de 600.000 euros. Como ningún auditor del Ministerio de Cultura aparece por el rodaje, entre facturas falsas de proveedores y otras argucias, “hincho” la cifra hasta los 1.800.000 euros.
Estrenamos la película y no me gasto un euro en promoción. Como es muy mala (típica película española), no va a verla ni dios. Por tanto, la recaudación es tan sólo de 90.000 euros, o lo que es lo mismo, la ven unas 12.000 personas.
De esta forma mis pérdidas “teóricas” son de más de de millón y medio de euros, aunque las reales sean “sólo” de 600.000. Ya sé que algo recuperaré por vía de los derechos de televisión y por alguna recaudación en Sudamérica, pero, de momento, es mi ruina porque el Ministerio de Cultura me exige una recaudación de, al menos, 220.000 euros para subvencionarme un tercio del coste.
Mi lamentación es todavía mayor y me llamo imbécil varias veces a mí mismo porque, me entero ahora, que si la película se hubiera rodado en catalán, vasco o gallego me bastaría con recaudar 110.000 euros para obtener esa subvención.
Pero, entonces, las matemáticas puras vienen a resolverme el problema: Me compro entradas por valor de 130.000 euros y ya me dan la subvención de 600.000, correspondiente a un tercio de mi inversión teórica.
Sin la “autocompra” de entradas: Pérdidas iniciales= 600.000 euros
Tras la “autocompra” de entradas: Pérdidas iniciales= 600.000+110.000-600.000= 110.000 euros
Esto, que parece un cuento, es la realidad de la legislación… y de la trampa española, utilizada por muchas productoras en la más absoluta impunidad… ¡Y luego hablan de Séptimo Arte!
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