Gracias, Miguel
Después de más de 20 años en el sector auxiliar de la construcción y el medio ambiente, creo que tengo el deber de contar a los lectores de este blog la situación “delirante” de los cobros a las grandes empresas por parte de las más pequeña.
Pero leyendo el número de Febrero de La Voz del Colegiado, "órgano oficial" del Colegio de Ingenieros de Caminos, he encontrado un artículo que refleja con gran exactitud y objetividad la situación de los proveedores y subcontratistas de las grandes empresas constructoras.
Por ello, he tomado prestada de mi compañero Miguel López-Bachiller la carta abierta al Ministro de Economía que ha publicado en esa revista y que reproduzco, a continuación:
Pago a 180 días Estimado Sr. Ministro de Economía: Actualmente soy gerente de una PYME (22 empleados, 3 millones de euros de facturación) cuyo trabajo es una unidad dentro de la construcción de carreteras o infraestructuras en general. Nuestros clientes son las medianas y grandes constructoras que contratan directamente con las entidades públicas (Ministerio de Fomento, Comunidades Autónomas, Diputaciones, Aena,…) y generalmente nos pagan mediante pagarés o confirming a 180 días de la fecha de la factura más el día 15 ó 20 ó 29 del mes siguiente: total, alrededor de 200 días después de la fecha de la factura. Nuestros pagos: personal y gasoil al contado (50%) y maquinaria (30%) por adelantado. El resto, piezas de repuestos y otros servicios (20%), los hacemos con pagarés a 90 días. Venimos soportando desde nuestra creación en 1998, como casi todos los subcontratistas, unos contratos en los que no tenemos forma de rebajar el periodo de cobro, hasta el punto de que muchas constructoras prohíben a sus jefes de obra negociar cualquier trabajo con formas de pago diferentes a los 180 días. En estos días muchos de nuestros clientes han empezado a fijar la fecha de pago 30 días más tarde, con rumores de que incluso quieren llegar hasta 90 días más de lo actual, con lo que el pago final sería a, cerca de, 300 días. Ni que decir tiene que mientras los intereses estaban en el 3%, el problema no era muy grave, salvo que en esos 180 días, a lo mejor no te llegaba el pagaré y cuando el señor cliente decidía no pagar, había pasado más de medio año, sin ninguna capacidad de reacción por nuestra parte, salvo los tribunales (y entonces nos acordamos de la maldición del gitano: “¡Tengas pleitos y los ganes!”). La solicitud de créditos a los bancos para el funcionamiento de la empresa era la única vía, pero conseguíamos una respuesta positiva por su parte, con lo que podíamos trabajar. Esta forma de gestionar los cobros y pagos, llevó a las grandes constructoras a pasar de ser “Constructoras” a simplemente “Gestoras”, fijando su atención, no en el producto que se compraba y vendía, sino en intentar retener en sus manos el dinero que pasaba por ellas, cuanto más tiempo mejor. Por eso se generaron algunas acciones muy singulares, como por ejemplo, que nosotros tenemos que pagar el IVA recaudado (en nuestra empresa se hacen pagos trimestrales del IVA) sin haberlo recaudado todavía (o sea, que adelantamos al Estado el dinero que nos retrasan las constructoras-gestoras). O también intentar mantener las retenciones practicadas por nuestros clientes “para responder por la calidad de la obra”, mucho más allá después de haberlas terminado, e incluso poner trabas para su devolución: cualquier pretexto es bueno para no devolver el dinero que se les debe a los subcontratistas y seguir reteniéndolo. El efecto inmediato se traduce en que toda su organización, incluidos los técnicos, centran también su atención en fijar el coste mínimo con una forma de pago lo más retardada posible. Esto no sería malo, si además se fijaran en las formas de ejecución y tuvieran en cuenta la técnica y otros detalles, como la calidad (me refiero a la calidad de verdad, no a los documentos que dejan constancia de unos hechos para que, cuando venga la visita del organismo certificador de tal calidad, no encuentre muchos fallos) y los resultados a medio y largo plazo de lo construido; pero las personas somos las que somos, y empleamos nuestro tiempo en aquellas cosas que tienen prioridad, y la prioridad en este tipo de empresas hace mucho que dejó de ser la calidad del trabajo bien hecho, sino cómo retener una cantidad de dinero cuanto más tiempo, mejor: a los empleados, técnicos o no, no se prima un buen trabajo, sino un buen resultado económico inmediato, pase lo que pase en la obra, y por lo tanto, al perder interés la técnica, se pierde el oficio, se encarga cualquier cosa basada en un pliego que no se entiende y amarrado con un contrato leonino, no se implican en la resolución de infinidad de cuestiones que surgen en las obras ya que no es ésa su prioridad y siempre tienen la posibilidad de responder “búscate la vida” o “ese es tu problema”. A veces de nada sirve llegar a acuerdos de cobro inferiores a los 200 días: una vez que se recibe el pagaré correspondiente, ¿quién lo devuelve porque le han puesto una fecha de vencimiento 50 días más tarde?, ¿quién puede ir a los tribunales para hacerles cumplir un contrato (17 folios por las dos caras en muchas ocasiones) firmado por ambas partes? Y esta forma de proceder, además tiene un efecto secundario no menos importante: las grandes empresas empezaron a insistir a sus trabajadores en que lo importante no era la técnica, sino el tener un cuadro comparativo que les permitiera hacer las obras con el menor coste posible, independientemente de la manera de conseguirlo y el mayor plazo de pago que los subcontratistas fueran capaces de aguantar. De esa forma lo que se ha conseguido en el panorama actual de la construcción es que, en términos muy genéricos, los jefes de obra, antaño encargados de la buena ejecución de los trabajos, se han convertido en escribanos cuya misión es rellenar papeles para la central y hacer comparativos de no sé qué cantidad de cosas, en muchos, muchísimos casos sin pisar la obra. Ni que decir tiene que la situación ha cambiado radicalmente: los créditos, en el caso de que nos los concedan, ya no son al 3%, sino hasta al 8,5%, y como la situación aprieta a todo el mundo, nuestros clientes se han vuelto más y más reacios a pagarnos en plazos inferiores a 200 días, aunque sus cobros, sobre todo aquellos de las entidades públicas con el presupuesto en orden, a veces no pasan de los 30 ó 50 días. Y esto no ocurre sólo en nuestra pequeña empresa, sino en los miles y miles que nos dedicamos a ser subcontratistas en el mundo de la construcción. Seguro que Vds. tienen los datos de los recursos propios y la mano de obra directa que las grandes y medianas constructoras ponen a disposición de una obra y lo que ponen los subcontratistas. Seguro también que tienen muchas más quejas de los 15 grandes constructores que de los miles que al final hacemos las obras. Seguro que a ellos les harán más caso que a nosotros, y que sus ayudas, en la forma que sean, caerán en sus manos antes que en las nuestras. Nuestra receta es muy sencilla: obliguen Vds., por decreto ley o como Vds. quieran, a que las grandes empresas gestoras con nombre de constructoras nos paguen en un plazo razonable, como en el resto de Europa como tantas veces decimos: 30, 60 días, 90 como mucho. Así se arreglarían muchos problemas: Por una parte necesitaremos menos financiación. Por otra, no tendremos tantos problemas para encontrar la que buscamos. Por otra, los bancos reducirán su riesgo y así nos la podrán dar más barata, lo que sin duda se traducirá en un mejor precio para el comprador. Además, al dedicar los bancos menos recursos a nuestro negocio, podrán dedicarlos a otras actividades. Por otra parte, las empresas gestoras-constructoras, tendrán que empezar a fijarse otra vez en los métodos constructivos y los técnicos tendrán que volver a ser técnicos y no financieros. Seguro que eso tiene también repercusiones en la calidad de los trabajos ejecutados. También tendrán la obligación de entregarnos los documentos de pago antes, y si alguna tiene la intención, con buena o mala fe, de presentar suspensión de pagos, como el periodo es más corto, engancharán a menos gente a su ruina, con lo que la debacle será siempre menor. Incluso, al ver que no es tan difícil cobrar, habrá mucha gente que se animará a montar un negocio por su parte, con lo que aumentará el autoempleo y también la competencia, lo que habitualmente lleva a un precio más ajustado. En resumidas cuentas, sólo ventajas para una situación de crisis. No crea Vd. que escribo esto con la fe en que llegue a ninguna parte. Para serle sincero, no creo ni que haya alguien que lo lea, mucho menos que conteste y, por supuesto, que la idea de que una mínima parte de todo esto llegue a materializarse está a años y años luz de la realidad, pero creo que es necesario que por lo menos, igual que un escrito metido en una botella que cae en el mar, quede manifestado por escrito como expresión de las circunstancias que atravesamos, no sólo en mi nombre, sino en el de muchos de los que atravesamos malos tiempos. Dios guarde a Vd. muchos años. Después de leer la carta que ha escrito Miguel - ¡Gracias de nuevo! - me vino a la cabeza la canción de "Pay me my money down", que interpretada por Bruce Springsteen, acompaña este post... Y es que el estribillo de la canción dice:
Pay me, you owe me
Pay me my money down
Pay me or go to jail
Pay me my money down
1 comentario
Jokin -
SOn ya 5 años desde que se creo esta ley y no he visto ninguna plataforma empresarial o colectivo que exigiese su cumplimiento, concartas al ministro como el que tiene una tia en america
LEY 3/2004, de 29 de diciembre, por la que se establecen medidas de lucha contra la morosidad en las operaciones comerciales.